Nota:
Este poema ha empezado a gestarse hace mucho tiempo, en un paseo inolvidable en el que yo enseñaba a mi querido Tío Vicente, la ciudad de la que me había enamorado. Algún día, intentaré escribir sobre él; era aquél tío que si no lo has tenido, a todos nos habría gustado tener. Un genio estrafalario, que tanto podía organizar un rescate de una avioneta en Groenlandia, como hablar de algoritmos de transmisión de datos por ordenador vía teléfono, cuando Internet era tan sólo una entelequia.
Aquél día, entre mi paso apresurado y sus piernas cansadas, cargando con algo de sobrepeso, me siguió, ilusionado con lo que yo le enseñaba (pobre… le hice sudar la gota gorda). Discurría sobre una infinidad de temas fascinantes, las conexiones entre la música y las matemáticas, los fractales y la teoría del caos u otras historias más prosaicas, aunque no menos sustanciosas… De eso ya hace muchos años.
Tío Vicente ya navega por otros mares situados en desconocidas dimensiones, yo ya no vivo en aquella ciudad; pero de tanto en tanto me vienen retales de aquella tarde calurosa. Al final del día, me quería regalar un libro - Gödel, Escher y Bach: un Eterno y Grácil Bucle de Douglas Hofstadter. Escher y Bach, me gustaban pero de Gödel sólo sabía que había sido un ilustre matemático. El libro no lo encontramos y al final me regaló La Teoría del Caos de James Gleick (que aunque sea un libro fascinante, resulta un poco difícil para los no duchos en el tema).
Hace unos meses, por uno de esos ‘azares’ de las búsquedas por palabras, topé con ‘los Teoremas de la Incompletitud de Gödel’; aunque todo eso para mí era y son palabras mayores, me quedé con la esencia del tema (intuición de poesía en estado puro), fermentando una idea en mi interior.
Hace unos días, tuve la gran suerte de conocer el blog de Enrique Sabaté, y el poema que había publicado entonces, me conectaba otra vez con los Teoremas de Gödel. A partir de un comentario que le dejé, Enrique me lanzó un reto en forma de soneto, a lo que yo, por lo temeraria que soy, recogí.
Así, después de muchas vueltas salió la finitud de lo inabarcable que dedico al Tío Vicente y a Enrique.
Gracias