domingo, 26 de septiembre de 2010

El Remo




Vivían de la pesca y habitaban en la orilla. Por entonces, el mar era un hervidero de peces y solían volver con el barco a rebosar.

Gente de pocas palabras, con un sentido salomónico de la justicia. Generación tras generación los hombres salían a la mar, y las mujeres en el puerto, a remendar las redes y a ocuparse de la tierra firme, lo que nunca ha sido poco, aunque ciertamente invisible.

Compartían más ganancias que pérdidas y así fue creciendo el patrimonio de la familia. El patriarca ya superaba los cincuenta. En aquellos tiempos en que el reloj marchaba más despacio, solían considerarle un viejo, y de hecho, no tardó mucho en morirse.

Fue ahí cuando todo cambió. Los hermanos empezaron a pelearse por el mando y por el barco. El uno porque era el mayor, el otro el más fuerte, el tercero, callado; lo único que quería era que todo continuara como antes. Las peleas arreciaron; la balanza se decantaría por el que se aliara con el que nada decía. El más fuerte le loaba las bondades de que conviniera con él. El mayor, amenazaba con su poder de primogénito.

Con el trecho, fue tomando rabia al barco. El mar le aburría y sus hermanos le parecían patéticos. Una mañana desteñida, con olor a salitre y betún, oteó por última vez el océano, cogió un remo y no miró hacia atrás.

Empezó a caminar con una decisión y una idea. Era un hombre de recursos y no le costaba apañarse para vivir. Cuanto más se alejaba de la costa, más se acercaba a su objetivo. En cada pueblo que paraba, preguntaba al primer transeúnte que encontraba sí sabía lo que era aquello que llevaba en la mano y no pocas veces obtuvo una carcajada o una mirada de incredulidad ante tamaña obviedad;–- también hubo algún que otro altercado con los que pensaban que les estaba vacilando.¿ Quién no sabía lo que era un remo?

Hasta que ocurrió. Habían pasado meses, el camino se sucedía por bosques, montañas y cascadas. Ni rastro de mar, ni pájaros conocidos, langostas o arena. Fue entonces, que en los aledaños de un pueblo, al final de una sinuosa ladera, le enseñó el remo a un pastor. Él se lo quedó mirando, le pidió si lo podía sopesar, le dio la vuelta y le dijo: - en el horno tienen una pala parecida, pero nunca había visto otra como esta.

A aquel que fuera pescador, le entró una alegría extraordinaria. Había encontrado su lugar, el lugar dónde construiría el resto de su vida, donde nadie conocía el mar ni sabía para que servía un remo.

NOTA:
Este relato, es una adaptación libre confiando en mi memoria, de una historia que hace tiempo me contaron, de la tradición oral catalana, posiblemente verídica (aún hoy existe la Masia (el caserón) conocida como ‘Cal Mariner’, en la región de Ripoll. Después de escribirlo, resolví buscar en Google alguna referencia. He descubierto que mi relato es un poco diferente de lo que ya estaba recogido por Jacint Verdaguer. Lo había cambiado el trasfondo y condensado, el relato resultante, no es pues una idea totalmente original.

13 comentarios:

Elizabeth dijo...

El remo, como un iceberg, en su cima encoge el cepo y debajo del espejo, su honda trayectoria hacia la herida del frío, permuta laberintos por destierro.

Mil besos mi dulce amiga, remera de rhema en rima.

isis de la noche dijo...

Pues es tu relato del relato.. Es el relato desde tu pluma.. Es tu idea de la idea anterior..

Es una maravilla ;)

besos!!!! querida amiga.... ;)

Ruth dijo...

Dios te guarde la memoria!!

hermoso relato

dos besos

iliamehoy dijo...

Reinventar la vida, para que de nuevo se le pueda encontar el sentido.
Una sonrisa

josé luis dijo...

Seguro que en tu versión el relato ha ganado en poesía.

Saludos

Sergio Astorga dijo...

Gárgola, bella parábola del hartazgo y la necesidad de romper imágenes y hábitos para encontrar un lugar: tu lugar.
Bella versión.

Un abrazo sin remo.
Sergio Astorga

Verónica E. Díaz M. dijo...

Gracias por compartirnoslo...

Abrazos

alkerme dijo...

Real o ficticia, novelada o de tradición oral, el caso es que es una historia muy bonita, muy para pensar...

Un saludo,

Enrique Sabaté dijo...

Es original tu forma de contarlo. No lo conocía así que gracias.

Un abrazo.

Ildefonso Robledo dijo...

Amiga, me alegro de "verte", de verdad... Ten la certeza de que el relato es "tu relato", lo que pudo pasar o lo que otros pudieron decir es insustancial... Lo importante es tu relato. Es lo unico que existe. Lo demas no existe. No es demasiado distinto a un sueño en la madrugada. Tu relato, tremendamente triste para mi, es lo que unico que ahora existe...

Un abrazo muy fuerte, Gargola (no sabes lo que me alegro de verte...)

Justine dijo...

Tão importante, manter a memória da tradição oral!

Que a viagem ao Sul do Sul tenha sido frutuosa!Um abraço enorme para ti, tenho saudades:))

Pedro M. Martínez dijo...

Es que solo hay tres historias (que decía Borges).
Pues mira, esa historia, parecida, la he conocido en un pueblo marinero vasco en el que he pasado muchos años de mi vida. Un patrón de barco con tres hijos, dos de ellos marineros, el mediano no. Ocurre que muere el padre (ahogado en la mar, curiosamente muchos marineros no sabían nadar. Según ellos para morir antes si caían del barco, para no sufrir la angustia de la lucha imposible. Qué cosas) y los tres hijos entran en una disputa interminable. Hoy, todavía no se hablan y el barco se pudre en el puerto. Es menos poética pero cierta.
Un placer pasear por tus letras.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Pues es precioso el relato y ejemplarizante. Haces muy bien en retomar estas tradiciones orales; además de que está muy bien escrito.

Un abrazo.