Siete de la mañana. Quería estar durmiendo pero desde hace tiempo me despierta la estela de bajo coste que cruza el cielo de la dehesa. Diez minutos faltan para que las campanas de la catedral impertinente llamen misa sacudiendo incautos: los iracundos no se desvelan. Sólo faltan trescientos segundos y luego el agua derrite las pesadillas del vecino. Si los maquinistas no piden mejores salarios o las catenarias no se averían, el tren de la media revienta puntual el puente de hierro.
Ya no hay escusas: con el sueño en la retina, olvidado sueño. Empieza otro día. Empiezo otro día.
1 comentario:
tu despertar cae en el mundo como una losa fría por ser tu un Sueño de cualquier realidad, eres grande.
un abrazo hermana hecha de poesía,
despierta y sigue soñando, sino que será de nosotros.
volvemos del polvo, y tu eres de luz
besos.
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